COLUMNA: Se dice que: Zorba, capuchas y kamikazes
***Cinco escenas, cinco puñales. Del blindaje laboral con cálculo político a las capuchas que ya no protegen
Redacción AD Noticias
Trinidad mueve las piezas

La Oficial Mayor del gobierno estatal, Trinidad Franco Arpero, confirma lo que en los pasillos ya se sabe: no solo administra nóminas, también administra equilibrios. El reciente convenio con el SUTEyM —más de 43 mil trabajadores beneficiados, aumentos directos, prestaciones ampliadas— lleva su sello operativo, su método silencioso, su olfato para la interlocución sin estridencias. Lo mismo ocurrió meses atrás con el magisterio, donde logró desactivar tensiones con resultados que pocos creyeron posibles. Trinidad no firma como secretaria del Trabajo, pero actúa como tal: articula, negocia, destraba, entrega. En un gabinete donde el exceso de diagnóstico suele paralizar la acción, su eficacia anticipa destino: si la maquinaria laboral del Estado de México encuentra cauce, es en buena medida por ella. En un sexenio que apuesta por el rostro humano del poder, conviene mirar a quienes operan sin reflectores… pero con consecuencias.
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Encapuchados sin causa ni rostro
Lo ocurrido en la Casa del Estudiante de la UAEMéx confirma un dilema antiguo: la máscara protege, pero también confunde. La noche del 30 de julio, cuatro encapuchados irrumpieron en las instalaciones tomadas por el Enjambre Estudiantil Unificado. Fueron detenidos, y resultaron no ser estudiantes: sin matrícula, sin legitimidad, sin lucha. Solo tenían rostro cubierto. El caso, documentado por Plana Mayor, pone en crisis el sentido táctico del anonimato: lo que antes significaba defensa frente al poder, hoy puede ser la grieta por donde se cuela la provocación o el sabotaje. El pasamontañas pierde eficacia cuando ya no distingue entre el que resiste y el que invade. En un movimiento que se ha reivindicado como colectivo, crítico y universitario, mantener el rostro cubierto requiere no solo táctica, sino ética. En síntesis: el encapuchamiento cumple su función cuando hay control colectivo y claridad de propósito. En cambio, cuando fragmenta la reputación pública y permite que entes externos utilicen la sombra con fines contrarios, la máscara se vuelve trampa. Este episodio muestra que el último escudo —la capucha— puede ser también una rendija.
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Zorba el griego a la tolqueña
Ricardo Moreno, alcalde de Toluca, tiene derecho a vacacionar, y tiene salario suficiente para costear un viaje a Grecia sin ofender la ley ni dañar el erario. Pero la política no se mide solo en legalidad, sino en oportunidad. En medio de una hipersensibilidad social donde la frustración, el enojo y la desigualdad están a flor de piel, exhibirse en playas paradisíacas es una pifia simbólica. La oposición —sedienta de errores— no necesita fabricar escándalos cuando los protagonistas se los sirven en bandeja. Las redes no perdonan y los ciudadanos no olvidan. Porque mientras la ciudad lidia con inundaciones, baches, inseguridad y abandono, el gobernante debe guardar las formas, no por hipocresía sino por responsabilidad histórica. Gobernar implica comprender el humor de la época, y esta no es una era para selfies soleadas. No se trata de castigar el descanso, sino de saber cuándo el descanso puede parecer desprecio.
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Jugar con fuego federal
La jugada de Mariela Gutiérrez e Higinio Martínez de colocar sus escaños en el Senado como ficha de presión política para negociar poder y agenda fuera del Edomex es, en el mejor de los casos, un exceso de confianza; en el peor, una estrategia suicida. Romper la mayoría de Morena en la Cámara Alta para escalar sus diferencias locales a nivel nacional equivale a dinamitar el tablero desde dentro. No es solo un movimiento arriesgado, es una señal de ruptura con consecuencias imprevisibles. Si la amenaza se consuma, no solo dañan al partido: se dañan a sí mismos, clausuran futuros, queman puentes. La política permite el disenso, pero no tolera la traición sin castigo. Y aunque la historia ha registrado muchas escisiones, pocas han terminado bien para los que lanzaron la primera piedra. La política no es campo para kamikazes. Si insisten en ese camino, tal vez no terminen donde imaginan… ni como imaginan.
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Dumb & Dumber, edición cloaca
Hay duplas que hacen historia y otras que hacen negocios: Miguel Ángel Ordóñez y Víctor Legorreta pertenecen a la segunda categoría, aunque se esfuercen en parecer funcionarios. El primero, expanista; el segundo, expriista. Juntos encarnan la fusión perfecta entre oportunismo, reciclaje y triquiñuela. Desde su refugio en el gobierno municipal de Metepec, donde orbitan bajo la protección política de Fernando Flores, operan como empresarios de ocasión: negocios de salud, contratos con aroma a cochambre y programas sociales disfrazados de caridad electoral. Su modelo preferido: copiar “Médico en tu casa”, recortarle la ética, inflarle las facturas y venderlo en municipios donde el hambre institucional es mayor que el escrúpulo. Se presentan como gestores, pero en realidad son comerciantes de la miseria ajena. Su especialidad no es la administración pública, sino la privatización encubierta de lo público. Y como en la película que los inspira, lo suyo no es la genialidad, sino la desvergüenza con presupuesto.