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Crónicas Bajo el Volcán… Tepe: Lugar de piedras e historias

17 de noviembre de 2023
Crónicas Bajo el Volcán… Tepe: Lugar de piedras e historias

Mario Serrano Avelar

Cronista municipal de Tepetlixpa

Facebook/Tepetlixpa:EnLaCaradelCerro

   La autopista Amecameca-Cuautla en 2014, como es del dominio público modificó el paisaje rural sin contar con que borró del mapa innumerables sitios que habían sido señalados como de importancia arqueológica por el INAH.

Hace un par de días recorrí junto con mis compañeros Julio Galván y Ron Águila algunos antiguos caminos de Tepetlixpa con motivo de sendo video que había que desarrollar.

            El paisaje que predomina en dichos caminos no ha sido sustancialmente alterado lo menos desde la sexta década del siglo XVII, aunque eso no quiere decir por supuesto que el tiempo no haya hecho lo propio.

            Ejemplo clarísimo fue la construcción de la autopista Amecameca-Cuautla en 2014, que como es del dominio público modificó el paisaje rural sin contar con que borró del mapa innumerables sitios que habían sido señalados como de importancia arqueológica por el INAH.

            Por fortuna, conforme avanzamos hacia los terrenos de labor, descontando las nuevas y cuestionables tecnologías agrícolas, en realidad es como si viajaras en el tiempo por la permanencia de lo visto. Los caminos mantienen inalterada su aura de cosa firme y serena.

            Esa aura descansa en todo caso en las tecercas. Aunque las de mayor altura han desaparecido por la carretera ya señalada, aún subsisten muchos de estos muros rústicos que en primer término fueron construidas para contener la erosión. Aquí vale la pena volver sobre la historia y sus datos. El pueblo de San Esteban Tepetlixpan solicitó entre 1613 y 1662 cuatro caballerías de tierra, equivalentes actualmente a 172 hectáreas, como parte de su expansión territorial y económica. Aunque los virreyes se las concedieron, la constante es que no eran tierras extensas ni planas. En nuestro recorrido lo constatamos: dominan los declives, texcales, pequeñas lomas y aunque parezca increíble, sendos ocotales y encinales.

            Las tecercas comenzaron a surgir en esa extensión territorial para la protección de los cultivos de aquellos ayeres emulando una forma parecida a la chinampa pero tierra adentro. Solo hasta mucho más adelante, a partir de 1698 y durante buena parte del siglo XVIII, tras largos litigios,  las tecercas comenzaron a delimitar propiedades, pues pasaron a ser tierras comunales.

            Valdría hacer una precisión. Las tierras del común servían para beneficio de todo un pueblo. En alguno de estos parajes, pero ahora mismo es imposible saber dónde, se establecieron lo que en tiempos virreinales se llamaban “Propios”, es decir, parcelas destinadas a financiar con sus cultivos algunas obras pero sobre todo las fiestas patronales. Por eso delimitar cada lugar era importante, aunque el sentido de una propiedad particular sucedió sobre todo después de la Revolución.

            Mejor regresar al recorrido. Julio tiene un excelente ojo para capturar imágenes y videos. Mientras caminábamos por pequeños senderos y caminos comenzó a hacer lo propio retratando fragmentos de ese paisaje intocado: piedras cubiertas de musgo que de tanto estar al sol se han convertido también en lagartijas; los cultivos extraordinariamente verdes por efecto de las lluvias fuera de temporada, los zacates y pastos, las flores de los acahuales. En cierto momento, mientras regresábamos a nuestro transporte, Ron le advirtió que no dejara de capturar la imagen de un texincoyote, una lagartija de gran alzada que se caracteriza por tener una especie de collar de colores en el cuello. El animal pareció estar de acuerdo porque posó para el video mostrando un brillante color azul antes de perderse entre las piedras.

            Ron domina los temas del desarrollo sustentable pero también fue nuestro guía involuntario.  De pronto estuvimos a los pies mismos del misterioso y evocador paraje de Los Duendes, un pequeño cerro donde efectivamente la magia parece rodear y salir de sus árboles y cuevas. Emocionado nos fue relatando que en toda esa parte abundaban los gatos monteses y las águilas hace unos pocos años. Aún quedan algunas, apuntó, junto a zopilotes que curiosamente según su precisión, abundan por la parte norte. También hay gran diversidad de aves cantoras, pero al llegar a ese punto nos relató del gran problema que representan los llamados “pajareros” que ponen trampas ilegales para capturar y vender aves cantoras como cenzontles, tiguerillos, mulatos y algunos otros. “Algunos dicen que tienen permiso. ¡Qué permiso van a tener!” dice indignado mientras tomamos otros pequeños caminos y entradas a los terrenos. El trabajo que nos fue encomendado iba llegando a su fin.

            Mientras comenzamos el regreso hacia la parte poblada de Tepe, Julio se detuvo un par de veces para capturar unas impresionantes vistas de este lugar que en sus 700 años de historia indudablemente ha crecido muchísimo. Falta poco para que la autopista se convierta en la frontera definitiva entre las casas y el espacio agrícola, pero aun cuando ese momento esté a la vuelta de la esquina, a Tepe lo seguirá definiendo su paisaje y sus historias.

Así como las piedras y tecercas, este pueblo sigue siendo a su modo, sereno e imperturbable.