El silencio de las ideas
***El Estado de México atraviesa una crisis de pensamiento en la oposición. No hay programa, ni doctrina, ni visión de Estado: solo ambiciones personales y redes de clientela. En esa orfandad política, la gobernadora Delfina Gómez tiene la oportunidad de redefinir el Estado mismo: construir un modelo de desarrollo mexiquense que articule territorio, poder e inclusión bajo un propósito institucional verificable.
I. El Estado sin pensamiento
El Estado de México es un gigante exhausto. Alberga 18 millones de habitantes, 125 municipios y el presupuesto más alto del país, pero carece de un relato de sí mismo. La oposición, en lugar de pensar el Estado, lo administra como botín.
- El PRI perdió su capacidad de orden.
- El PAN, su moral de gobierno.
- El PRD, su identidad histórica.
- El MC, su propósito original.
Cada partido ocupa espacio, pero ninguno produce sentido. En términos de Bourdieu, el campo político mexiquense ya no genera capital simbólico: solo gestiona inercia.
“En el Estado de México ya no se debate el poder: se administra su silencio.”
II. El PRI: discurso encendido, partido apagado
Cristina Ruiz Sandoval, presidenta estatal del PRI, representa el espejismo de una estructura que ya no existe. Su oratoria diaria suena a fuego, pero arde en vacío. El PRI mexiquense vive de su archivo: habla como si aún gobernara, mientras pierde militancia, territorio y convicción.
A su alrededor sobrevive una élite reciclada del delmacismo y del peñismo, dedicada a conservar siglas, no ideas. Los municipios que aún controla son reductos de nostalgia, no laboratorios de oposición.
El partido que alguna vez diseñó el Estado ahora carece de noción de Estado.
El PRI vive en pasado continuo: verbo conjugado en derrota.
III. El PAN: una élite en loop
El Partido Acción Nacional lleva más de una década encerrado en su propio espejo. Enrique Vargas del Villar, senador y exalcalde de Huixquilucan, controla la vida interna junto a Anuar Azar Figueroa, presidente estatal. Ambos encarnan una camarilla que confunde estabilidad con liderazgo.
Bajo su conducción, el PAN perdió presencia metropolitana, estructura juvenil y narrativa moral. Lo que alguna vez fue el partido de la alternancia es hoy un club de notables que conserva los estatutos pero olvidó el espíritu.

Bajo su conducción, el PAN perdió presencia metropolitana, estructura juvenil y narrativa moral. Lo que alguna vez fue el partido de la alternancia es hoy un club de notables que conserva los estatutos pero olvidó el espíritu.
Su gran fracaso: no tener un modelo de Estado alternativo, solo un registro de cargos y derrotas.
“Cuando la derecha olvida su ética, la izquierda gana por default.”
IV. Movimiento Ciudadano: modernidad de neón
El MC intenta parecer nuevo, pero huele a reciclaje. Su dirigencia estatal, encabezada por Juana Bonilla Jaime, busca presencia territorial sin estructura real. A su lado, Juan Zepeda Hernández ejerce una influencia itinerante: ex PRD, ex candidato, eterno aspirante.
El MC del Edomex es una ensalada de egos; sus cuadros provienen del PRI y del PRD, pero sin programa ni ideología compartida. En redes sociales aparenta juventud; en los municipios, inexistencia.
El discurso de “lo nuevo” se agota sin resultados, y el partido corre el riesgo de convertirse en agencia de relaciones públicas del poder, no en su contrapeso.
El MC es el laboratorio de la forma sin fondo.
V. Los partidos satélite: el verde y el rojo disfrazado
El Partido Verde Ecologista, bajo Pepe Couttolenc, es el heredero natural del priismo: pragmático, adaptable, camaleónico. Su estrategia es sobrevivir mediante alianzas que garanticen presupuesto. El Verde se ha vuelto un intermediario profesional del poder, no un actor ambiental.
El Partido del Trabajo, conducido por Óscar González Yáñez y Reginaldo Sandoval, libra una guerra interna por la administración de las prerrogativas. La ideología quedó reducida a trámite.
Ambos funcionan como satélites del oficialismo, no como expresiones de pluralidad.
“En el Edomex, hasta la disidencia se terceriza.”
VI. Morena: expansión sin institucionalización
Mientras los otros se desintegran, Morena crece como hiedra.
- Absorbe priistas, perredistas y panistas reciclados.
- Se expande por afinidad con el poder, no por doctrina.
La dirigente estatal Luz María Hernández Bermúdez presume más de 400 mil afiliados, con meta de llegar a tres millones. Pero la expansión sin formación produce un partido sin raíz ideológica.
Morena ya no es movimiento, pero tampoco Estado: es una maquinaria glotona que se alimenta de todo lo que toca. Si no crea estructura técnica y moral, terminará reproduciendo las mismas deformaciones del sistema que reemplazó.
El discurso de “lo nuevo” se agota sin resultados, y el partido corre el riesgo de convertirse en agencia de relaciones públicas del poder, no en su contrapeso.
Morena cubre el Estado, pero aún no lo entiende.
VII. El Estado como aparato y desafío
El Estado de México es más que un territorio: es un aparato institucional de 16 secretarías, 125 gobiernos municipales y una burocracia de 400 mil empleados. Su complejidad exige un modelo de gobierno más que un discurso moral.
Aquí el problema no es de izquierda o derecha: es de eficiencia, planeación y justicia territorial.
El gobierno tiene frente a sí la tarea de organizar el Estado: distribuir competencias, profesionalizar municipios, sanear finanzas y articular el crecimiento regional.
“Primero los pobres” debe traducirse en:
- Infraestructura social real.
- Reindustrialización verde.
- Política hídrica integral.
- Educación científica y técnica.
- Movilidad y transporte público moderno.
“Un Estado sin modelo es un territorio con presupuesto, pero sin destino.”
VIII. La ausencia del contraste
La fuerza de un gobierno se mide por la calidad de su contradicción. Hoy, el Edomex carece de oposición pensante, y eso puede ser su mayor debilidad.
El riesgo no es que el poder se consolide, sino que se acostumbre a no pensar. Un sistema sin contraste deriva en autoritarismo administrativo: no reprime, simplemente no escucha.
La democracia mexiquense necesita una oposición digna, crítica y técnica que exija, cuestione y proponga. Sin ella, el Estado se convierte en monólogo.
Sin disidencia, el Estado se atrofia.
IX. Epílogo: volver a pensar el Estado
El futuro del Estado de México no depende de la ideología, sino de su capacidad para producir sentido institucional.
- El PRI debe repensar el orden sin clientelismo.
- El PAN, la ética sin soberbia.
- El MC, la modernidad con método.
- El Verde y el PT, la utilidad con convicción.
- Morena, la justicia con estructura.
El desafío de la gobernadora no es preservar la calma, sino crear pensamiento de Estado: políticas verificables, instituciones sólidas y ciudadanos que comprendan el rumbo.
Gobernar el Estado de México no es administrar su tamaño, sino darle sentido a su poder.
“El poder sin ideas envejece en un sexenio; el Estado sin pensamiento, en una generación.”
