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Expediente Edomex: Cómo desmontar al adversario?

1 de diciembre de 2025

***Es la expresión visible de un problema más profundo: el reacomodo del poder en una transición que aún está consolidándose.

La tensión entre la gobernadora Delfina Gómez y el senador Higinio Martínez no es un diferendo personal. Es la expresión visible de un problema más profundo: el reacomodo del poder en una transición que aún está consolidándose. Cuando un liderazgo histórico intenta conservar centralidad frente a un gobierno con mandato renovado, lo que se pone en juego no es una relación interna, sino la estabilidad del proyecto que dio origen a ambos.

La tensión entre la gobernadora Delfina Gómez y el senador Higinio Martínez no es un diferendo personalEs la expresión visible de un problema más profundo: el reacomodo del poder en una transición que aún está consolidándose. Cuando un liderazgo histórico intenta conservar centralidad frente a un gobierno con mandato renovado, lo que se pone en juego no es una relación interna, sino la estabilidad del proyecto que dio origen a ambos.

I. Conflicto donde no debería haber conflicto

Un senador y una gobernadora no están hechos para disputar el mismo espacio. Cada quien tiene una función distinta en la arquitectura institucional. Que hoy parezcan competir señala un desajuste entre las viejas lógicas del movimiento y la legitimidad presente del Ejecutivo. No es un pleito doméstico; es el síntoma de un sistema político que todavía está acomodando su propio cambio.

Dibujo en blanco y negro de una mujer levantando la mano en un gesto de saludo mientras un hombre con expresión seria la observa desde el fondo.

II. El choque entre lealtades heredadas y legitimidades ganadas

El senador representa una historia larga dentro de un proyecto. La gobernadora representa la autoridad fresca del votoUno explica el pasado; la otra conduce el presente. El conflicto no nace de sus biografías, sino del intento de convertir el capital histórico en una especie de derecho preferente sobre el gobierno. Y, eso, en cualquier democracia, desordena el tablero.

Ilustración en blanco y negro de un senador y una gobernadora levantando sus manos en signo de triunfo, sobre un mapa desgastado que representa un estado. El fondo es oscuro y el ambiente evoca tensión política.

III. La disputa por el sentido del movimiento

En tiempos de transición, siempre aparece la pregunta incómoda: ¿quién interpreta la historia del proyecto? El gobierno necesita un relato que ordene decisiones; el liderazgo desplazado necesita uno que preserve influencia. La pugna no es programática, sino narrativa. Cuando dos voces compiten por decir cuál es la auténtica esencia del movimiento, el ruido es inevitable.

Silueta de un hombre mirando hacia dos figuras en el centro, un hombre levantando el brazo en señal de triunfo junto a una mujer, con un fondo oscuro y un círculo brillante detrás.

IV. El gesto que alteró la línea de flotación

Levantarle la mano a Alejandra del Moral no fue un acto de urbanidad política. Tampoco una ocurrencia sin cálculo. Fue un gesto que insinuó autonomía respecto al movimiento propio, un gesto que decía: “Aún puedo marcar agenda por mi cuenta”. En política, los actos simbólicos pesan más que los argumentos posteriores. Y ese acto puso en evidencia una disonancia que ya venía creciendo.

Retrato en blanco y negro de una mujer de pie, con el cabello rizado y oscuro, señalando un documento sobre una mesa mientras levanta la mano, como si estuviera haciendo un punto durante una discusión.

V. La comparación que revela el tamaño del problema

Para entender la gravedad, basta imaginar equivalentes:

¿Un senador validando públicamente a la adversaria derrotada de su propio movimiento?

¿Un liderazgo intermedio construyendo puentes con quien la ciudadanía decidió no seguir?

Esas escenas no se imaginan en ninguna transición ordenada porque rompen la regla básica de la unidad de conducción, indispensable para la gobernabilidad.

Retrato en blanco y negro de dos figuras políticas enfrentadas, con un mapa de fondo que simboliza una división en el territorio.

VI. Gobernar también es explicar

La gobernadora no debe ingresar al terreno del agravio personal. Debe recordarle al sistema, con serenidad, cómo funciona la autoridad democrática: el Ejecutivo conduce, los demás acompañan, colaboran o critican, pero no sustituyen. En política, explicar suele ser más eficaz que confrontar. La claridad calma las aguas que la teatralidad alborota.

Ilustración en blanco y negro de una mujer de pie, levantando el puño en señal de determinación, con una expresión sonriente. Ella lleva un traje y se encuentra en un entorno vacío que recuerda a un escenario, mientras que un hombre mayor está sentado en una de las sillas del fondo.

VII. Lo que realmente está en riesgo

Lo que se pone en riesgo no es la relación entre dos figuras con historia compartida. Lo que se pone en riesgo es el orden institucional que permite gobernar sin sobresaltos. Si se normaliza que cualquier liderazgo pueda disputar simbólicamente la conducción del Estado, se abre la puerta al cogobierno informal. Y una transición no aguanta un doble mando real ni un doble relato legítimo.

Dibujo en blanco y negro de dos figuras en una confrontación, con una expresión intensa y puños cerrados, en un entorno oscuro con un destello de luz central.

VIII. Qué hacer con Higinio

Neutralizar a un adversario interno no exige expulsarlo ni deshonrarlo. Exige reubicarlo.

Reubicarlo significa tres cosas:

  1. Quitarle centralidad narrativa.
  2. Encauzarlo hacia funciones donde su presencia no distorsione la conducción.
  3. Recordar que su historia es respetable, pero no vinculante para el presente.

No se trata de romper, sino de darle un lugar donde su influencia no choque con la autoridad legítima del Ejecutivo.

Dibujo en blanco y negro de una balanza de la justicia, con una figura femenina sosteniendo una antorcha en un lado y humo oscuro emergiendo del otro, con un fondo que sugiere un edificio gubernamental.

IX. Quién debe operar la deconstrucción

La gobernadora no debe encabezar la operación. La investidura exige distancia y un tono por encima del conflicto.

El encargado natural es Horacio Duarte, por tres razones:

  1. Tiene legitimidad reciente, oficio político y capacidad de negociación sin estridencia.
  2. Conoce la historia común sin quedar atrapado en ella.
  3. Puede ordenar, reencuadrar y amortiguar sin convertir el proceso en confrontación pública.

Su papel no sería confrontar al senador, sino reconducirlo al perímetro donde su presencia no afecte la gobernabilidad ni la narrativa del proyecto.

Retrato en blanco y negro de un hombre con gafas y pajarita, de pie en un ring de boxeo, sosteniendo un silbato.

X. La transición sigue abierta

Las transiciones no se juzgan por la ausencia de conflicto, sino por la manera en que se procesa. Si el Edomex logra encuadrar al senador en su sitio natural y sostener la legitimidad del Ejecutivo como eje rector, la transformación avanzará sin sobresaltos. Si no, el movimiento corre el riesgo de dividir su energía entre el gobierno que construye y la nostalgia que reclama.