Expediente Edomex:Hacia dónde va la Cuarta Transformación?

***El PRI ya es una suma cero. Sin militancia vigorosa ni discurso, su marca política se ha convertido en sinónimo de ruina.
Mario García Huicochea; Ad Noticias
«El futuro se anuncia en la gramática del presente».
El Estado de México, tras casi un siglo de un priismo depredador que confundió la administración con el usufructo, ha entrado en una fase inédita de su historia política. Morena, más que un partido, opera como movimiento de densidad social y cultural, en el que confluyen la memoria de agravios y la expectativa de justicia. Su consolidación no se explica solo por la aritmética electoral, sino por un reacomodo profundo de las mentalidades colectivas, donde el humanismo mexicano —ese que privilegia a los pobres como sujeto central de la política— ha comenzado a permear la vida cotidiana.
Hablar de una época de oro no es exageración retórica, sino la constatación de que en apenas unos años se alteraron jerarquías que parecían eternas: el voto corporativo priista se derrumbó, los cacicazgos se diluyen y la ciudadanía reconoce, con todas sus contradicciones, que existe un nuevo horizonte de posibilidad. El Edomex, antes emblema de la rapiña, empieza a reconocerse como territorio en disputa por la dignidad.
El PRI ya es una suma cero. Sin militancia vigorosa ni discurso, su marca política se ha convertido en sinónimo de ruina. Los que fueron sus cuadros relevantes migran hacia otras opciones, muchos sin más brújula que la conveniencia. Los símbolos priistas ya no arrastran multitudes, apenas nostalgia mal disimulada. La verdadera oposición se está gestando en otro lugar: en el frente MC-PAN, que intenta presentarse como alternativa, amalgamando al panismo conservador con la narrativa juvenil y empresarial de Movimiento Ciudadano.
Ese frente, todavía sin doctrina ni liderazgo sólido, busca sobrevivir a partir de la idea de modernidad contra la 4T. Su debilidad estructural es evidente: carece de narrativa de justicia social, pero puede construir un discurso de “equilibrio” y “contrapeso” que resuene en sectores urbanos de clase media. Aunque fragmentado, representa el único adversario con capacidad real de articular resistencia en el mediano plazo. En los próximos años, la disputa no será contra el cadáver priista, sino contra la derecha que intenta reciclarse bajo nuevos colores.
Morena parece destinado a permanecer en el poder al menos los próximos tres sexenios. La clave no está en el simple control institucional, sino en la legitimidad social renovada elección tras elección, siempre que entregue resultados tangibles y conserve la sensibilidad de escuchar a los sectores populares. Mientras la política se traduzca en bienestar, la permanencia será natural y la alternancia improbable.
Sin embargo, los mayores riesgos se incuban dentro. La historia enseña que la hegemonía prolongada engendra sus propias enfermedades: codicia, soberbia, faccionalismo, clientelismo. El poder, cuando no se somete a crítica interna, se convierte en terreno fértil para la corrupción y la complacencia. Morena deberá recordar que su origen es popular y que su fuerza radica en la cercanía con los olvidados. Perder esa brújula sería el comienzo de su desgaste.
El porvenir de la Cuarta Transformación en el Edomex se juega, entonces, en un doble tablero: hacia afuera, contener a la derecha reciclada del MC-PAN; hacia adentro, evitar que el movimiento sucumba a sus propias tentaciones. La oposición carece de músculo, pero puede aglutinar el descontento si Morena no ofrece resultados. La hegemonía, si no se disciplina en ética y autocrítica, se transforma en tragedia.
La responsabilidad histórica es enorme: mantener vivo el humanismo mexicano como principio rector, garantizar que el poder sirva a los vulnerables y no a los intereses creados, y demostrar que la política puede ser sinónimo de dignidad. Si Morena logra sostener esa promesa, el Edomex dejará de ser el emblema del priismo depredador para convertirse en el laboratorio más consistente de la transformación nacional.