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Malditas Dudas: ¿Quién está detrás del robo de agua?

29 de octubre de 2025

***Durante años, el robo y la venta ilegal del agua fueron un negocio criminal que creció con la misma naturalidad con que los gobiernos fingieron no verlo

A. Matamala

En el Estado de México, el llamado Operativo Caudal no descubrió un delito nuevo: solo arrancó el velo de una estructura vieja, enorme y perfectamente engrasada. Durante años, el robo y la venta ilegal del agua fueron un negocio criminal que creció con la misma naturalidad con que los gobiernos fingieron no verlo. De ahí proviene su poder: de la necesidad de los pobres, de la sed de las colonias, de la omisión institucional y de la complicidad política que convirtió el agua en capital líquido de una élite local.

a) ¿Qué tan grande es el negocio si los cálculos más conservadores lo estiman en más de mil millones de pesos al año, y aun así ningún exfuncionario de alto nivel ha pisado la cárcel?
b) ¿Dónde quedan las ganancias de las pipas clandestinas que venden a 100 mil pesos diarios, si los operadores visibles son apenas empleados del silencio y los verdaderos jefes se esconden entre siglas partidistas y nóminas públicas?
c) ¿Quién está arriba de los falsos liderazgos que hoy fingen indignación, cuando durante años lucraron con la escasez y usaron el agua como instrumento de control electoral, regalando pipas a cambio de votos?
d) ¿Qué sabían la CONAGUA, la CAEM y la recién creada Secretaría del Agua del Edomex cuando las tomas clandestinas se multiplicaban bajo sus narices, y cuántos informes ignoraron hasta que el escándalo rebasó el margen de la omisión?
e) ¿Cuántos más faltan por caer para desarticular las organizaciones criminales que ordeñan la infraestructura pública y devuelven a los marginados el agua robada como mercancía, como si la miseria fuera un servicio concesionado?

Moraleja: en el mito de la cueva, los hombres confundían las sombras con la realidad; en el Edomex, el Estado confundió el agua con negocio y la justicia con simulacro.

¿A dónde corren los viejitos del poder?

De pronto, los pasillos políticos del Edomex se llenaron de fantasmas con credencial del PRI: Isidro Pastor, Arturo Montiel, Ricardo Aguilar y otros veteranos que juraron no volver, pero ahora regresan buscando micrófono y un poco de aire. Hablan del “viejo oficio”, de la “estructura”, de “cómo se ganaban elecciones antes”, como si la historia les debiera un remake. Lo triste no es que hablen, es que ya nadie escucha.

a) ¿De qué sirve tanta nostalgia por la época dorada del dedazo si hoy ni los suyos recuerdan a quién obedecer?
b) ¿Qué arrastre popular puede tener un político que confunde influencia con número de entrevistas concedidas?
c) ¿No será que toda esta euforia por “volver” es solo un casting geriátrico para demostrar que la senectud también quiere fuero?
d) ¿Qué tan grave es que el PRI se haya vuelto terapia ocupacional para exgobernadores desocupados y operadores jubilados del presupuesto?
e) ¿Y si detrás de su repentina “vocación crítica” no hay ideología ni proyecto, sino la desesperación de saberse reemplazados por un algoritmo que los entiende mejor que su electorado?

Moraleja: el priismo viejo no resucita, se recicla en nostalgia y se vende como anécdota. Lo demás es puro entretenimiento de sobremesa.

¿A quién salpicará la caída de Álvarez Puga?

El desplome del gran facturero del peñismo parece un eco lejano de aquella época en que el dinero público viajaba disfrazado de factura y consultoría. Álvarez Puga no era un contador: era una válvula del sistema. Sus redes tocaron a empresarios, operadores y políticos mexiquenses de primera línea; entre ellos, los herederos del poder del Grupo Atlacomulco y el círculo de Luis Miranda Nava, el confesor administrativo de Peña. Hoy, mientras algunos se desvinculan con prisa, el hedor contable del pasado se extiende sobre los viejos despachos del Edomex.

a) ¿Qué tan profundo es el vínculo entre Álvarez Puga y el “grupo mexiquense de poder” si ambos compartieron la banca del presupuesto, las filtraciones de contratos y la complacencia de autoridades locales?
b) Si Luis Miranda es el eslabón nacional de ese entramado, ¿cuántos niveles abajo se extiende la cadena que enlaza a Puga con las licitaciones y concesiones del Edomex?
c) ¿La “caída” de Álvarez Puga es justicia o simple reciclaje de rostros para preservar el negocio bajo otro nombre?
d) ¿Si la red se destapa, alcanzará al priismo mexiquense o solo limpiará la fachada de los mismos de siempre?
e) ¿Qué mensaje manda a los ciudadanos ver que los operadores caen, pero las estructuras de impunidad siguen intactas?

Moraleja: no basta con derribar al facturero, el verdadero fraude es el sistema que siempre encuentra a otro para continuar la cuenta.

¿Qué prisa tiene el PRI por elegir a nadie?

El PRI del Estado de México acaba de abrir su proceso interno para elegir candidatos a alcaldes y diputados… dos años antes de las elecciones. Nadie sabe si es entusiasmo, desespero o mero reflejo condicionado. El partido que durante décadas manejó el reloj de la política hoy corre sin brújula, buscando aspirantes en un solar vacío, entre los pocos que aún creen que la nostalgia se vota. La dirigencia lo llama planeación; el electorado lo ve como ansiedad institucionalizada.

a) ¿Qué tan grave es la crisis de identidad de un partido que adelanta su calendario porque ya no puede adelantar ideas?
b) ¿Quién, en su sano juicio, querría ser candidato del PRI en 2027: sin dinero, sin prestigio, sin narrativa y con la mitad del país esperando que desaparezca?
c) ¿No será que esa “premura” oculta otra cosa: la lucha intestina por las últimas franquicias de poder municipal antes de que el barco se hunda del todo?
d) ¿Por qué siguen hablando de “unidad” cuando lo único que los une es el miedo a volverse irrelevantes?
e) ¿Cuánto tiempo más podrá fingir el PRI que tiene futuro antes de que el calendario, su viejo aliado, lo entierre junto con sus mitos?

Moraleja: quien corre sin destino solo llega antes al olvido.

¿En qué piensa Horacio Duarte cuando sopla las velas?

El 5 de noviembre, Horacio Duarte cumple 54 años. Número dos del gobierno, operador de confianza, abogado de oficio y político de vocación, llega a la edad en que el poder deja de ser promesa y empieza a ser balance. Texcoco ya le queda pequeño, la Secretaría de Gobierno se le ha vuelto un examen perpetuo y el reloj corre: seis años para los 60, el límite simbólico de la ambición mexicana.

a) ¿Qué deseo se pide alguien que ya estuvo en todo: Congreso, Aduanas, Palacio, pero nunca en la boleta que importa?
b) ¿Soplará las velas pensando en la gubernatura o en el alivio de que, por ahora, no lo persiga ninguna?
c) ¿Cuánto ha perdido en esta travesía: sueño, voz, amigos, o solo tiempo en juntas donde todos juran lealtad al jefe y nadie recuerda a quién?
d) ¿Dónde celebrará: en Texcoco, entre los suyos, o en Toluca, entre los que dicen serlo mientras le miden el pulso a su influencia?
e) ¿Qué aprenderá antes de los 60: que el poder desgasta al que lo ejerce… o al que lo desea demasiado?

Moraleja: a los 54, uno ya sabe que el pastel se enfría rápido y que el fuego más peligroso no es el de las velas, sino el que se apaga por dentro.