Opinión: Metodismo al pie de los Volcanes
Por Alan Sánchez Cruz
México, en el ámbito religioso, es reconocido por su confesión mayoritariamente católica romana. Sin embargo, y a pesar de existir a la par de distintos procesos independentistas, el protestantismo ganó notoriedad en el país durante la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. Las llamadas iglesias protestantes o evangélicas –Discípulos de Cristo, Iglesia de Jesús, Bautista, Presbiteriana y Metodista– arribaron a México auspiciadas por las Leyes de Reforma y una mezcla entre los esfuerzos misioneros estadounidenses y de las y los creyentes que se encontraban ya en el país ejercitando su labor evangelizadora.
El metodismo, como obra misionera, llegó a tierra azteca por dos vías: la Iglesia Metodista Episcopal (IME) y la Iglesia Metodista Episcopal del Sur (IMES), que establecieron su trabajo formal en 1873 y se unirían, firmando su autonomía de las misiones extranjeras, hasta 1930 para conformar la Iglesia Metodista de México (IMM). También se unió la rama del metodismo inglés que con antelación se había asentado en Real del Monte, Hidalgo. Antes de tal unión, tanto templos como centros de predicación estaban adscritos bien a la IME o a la IMES, de acuerdo a la distribución territorial a lo largo del país. El que años atrás existiesen reuniones religiosas principalmente en hogares de disidentes católicos convino a las misiones protestantes, que ganaron adeptos más fácilmente y predicadores que en algunos casos habían sido sacerdotes católicos, como Manuel Aguas y Agustín Palacios.
Tanto en la Ciudad como en el Estado de México las figuras del mencionado Aguas, Manuel Aguilar Bermúdez y de Sóstenes Juárez eran sobresalientes en un grupo que se denominó Sociedad Evangélica de México (Protestante Digital, abril de 2015), misma que abogaba por la libertad de cultos. Juárez, liberal y masón, fungiría más tarde como predicador en la misión metodista del sur y haría aportes significativos a la obra de la Iglesia. Hasta este momento, se podría decir que el protestantismo floreció sin dificultad alguna, pero esto no podría estar más lejos de la realidad. Así como el insigne protestante Gonzalo Báez Camargo había señalado que durante los siglos XVI y XVII los protestantes –si bien todavía no se puede hablar de protestantismo– en México sufrieron el brazo inquisidor del catolicismo español (Báez Camargo, 2008), los creyentes en suelo mexiquense no dejaron de ser injuriados por el catolicismo romano, con total autorización de sus sacerdotes, bien entrado el siglo XX. Actualmente existen testimonios de antiguos feligreses católicos de que, en su niñez, eran enviados por sus mayores a arrojar piedras y quebrar los ventanales de los templos evangélicos. Lo anterior da muestra de la amenaza que percibía el catolicismo y de su justificado rechazo hacia la tolerancia religiosa. Durante los debates del Congreso Constituyente de 1856-1857, el diputado Marcelino Castañeda observaba a la tolerancia de cultos como contraria a la voluntad nacional. “El pueblo no quiere conocer otra religión que la católica”, afirmaba. “La libertad de cultos, en su perspectiva, daría la oportunidad a que las personas fuesen puestas ante el error, porque carecen de la «suficiente instrucción para distinguir a la mentira de la verdad»” (Martínez García, 2015: 179).
Claro está que, en su proyecto de nación, el metodismo –y el protestantismo en general– no deseaba sino sumar al desarrollo de una sociedad ideal. Por supuesto que las y los misioneros, al ser estadounidenses, basaban en el “Destino manifiesto” y en la idea de México como un país romanista, “atrasado y sumido en la ignorancia” la convicción de que se encontraba a las puertas del desarrollo (Ruiz Guerra, 1992: 10-11). El protestantismo sería, entonces, la llave.
Al pie de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, adornados en sus picos por una nieve perpetua como diría Humboldt, ambos metodismos plantaron congregaciones frisando el siglo XIX y coronando el XX. En 1924, el Souvenir Book of the Golden Anniversary or Jubilee of the Methodist Episcopal Church in Mexico (Casa Unida de Publicaciones, 1924: 156-157) daba cuenta de las iglesias que pertenecían o habían pertenecido a la zona denominada “Distrito México”, entre ellas Amecameca, Ayapango, Poxtla, Cuijingo, Cuautla, Chicoloapan, Coatlinchán Cuanalán, Miraflores, Cocotitlán, Nextlalpan, Tequixquiac, Apasco, Ozumba, Atlautla, Tepetlixpa, “Chimal”, Ecatzingo, Xochiaca, Los Reyes y San Agustín.
Siguiendo la ruta que circunda la actual carretera México-Cuautla, al oriente de la Ciudad de México y realizando una ligera desviación, se encuentra la Iglesia “El Mesías” en Cocotitlán, en el centro de este pueblo pintoresco. Fundada por la IMES en 1881 con predio adquirido por William Patterson, pasó a la IME en 1913. Contó con una escuela diaria que benefició a niñas y niños de la localidad y su labor en favor de la misma continúa. En Miraflores está la congregación también nombrada “El Mesías”, cuyas visitas de los primeros misioneros se registran en 1875 y fue una misión importante para la IME ya que no sólo contó con una escuela diaria, sino que tenía un instituto teológico donde se formaban los ministros metodistas. El metodismo en esta zona tenía la simpatía de los pobladores. En Ayapango se encontraba una congregación en terreno donado por un nativo; el templo fue construido en 1880 y una escuela diaria, que tuvo éxito por varios años, en 1888. Ambos fueron destruidos durante la Revolución, y la obra metodista se detuvo. Con Poxtla sucedió algo similar. Su pequeño templo se construyó en 1892, muy cerca de la iglesia principal, y desde 1923 contó con una escuela diaria que tuvo gran éxito en el pueblo. Se cree que en tiempos revolucionarios el templo fue descuidado y, paulatinamente, abandonado. Para sorpresa de muchos, y a diferencia de otros templos que se han perdido, sus ruinas continúan de pie de cara al tiempo, anunciando que una vez el protestantismo compartió la vida diaria con este pueblo quesero. “Desde Miraflores la obra se extendió hasta Amecameca, un pueblo en las faldas del volcán Popocatépetl” (Butler, 1918: 81). Ahí se encuentra un santuario sagrado llamado El Sacromonte, donde año con año asisten miles de peregrinos. Cercano al pie del cerro inició el trabajo de la IMES en 1880 y posteriormente pasó a la IME en 1913. La congregación continúa teniendo sus reuniones dominicales y entre semana. En Ozumba, la obra fue iniciada por la Misión Presbiteriana del Sur en 1872, un año antes de que las misiones metodistas llegasen al país. Debido al Plan de Cincinnati, que reorganizó el trabajo misionero de las iglesias protestantes de Estados Unidos, pasó a la IME en 1919. Durante la época revolucionaria el templo fue descuidado, cayendo la mitad del techo, lo que obligó a la congregación a utilizar solamente un área de la construcción. A la fecha, la iglesia continúa con servicios nutridos. Un poco más alejado de nuestra ruta se halla el municipio de Cuijingo. Ahí existía un templo que fue erigido en 1908, aunque sería destruido tras la Revolución Mexicana. Regresando a ruta se encuentra Atlautla, donde se construyó un templo –presumiblemente por iniciativa de la IMES– en 1899. Su amplia congregación fue dispersada por completo en la época revolucionaria. La monografía del lugar permite saber que tanto el palacio municipal, la documentación del archivo, “así como el único templo evangélico del municipio, que se encontraba a un costado de la iglesia de San Miguel Arcángel” (Espinoza Peña, 1999: 78) fueron destruidos por un coronel zapatista de nombre Julio Villegas. Sucedió en el año de 1914. Fue pastor de esa comunidad el Gral. José Trinidad Ruiz, quien combatió junto a Emiliano Zapata y a Otilio Montaño, este último también metodista. De las congregaciones de Tlalamac y Ecatzingo poco sabe el autor de estas líneas. Las reuniones de la primera continúan en la actualidad, mientras que la segunda ha desaparecido. En San Vicente Chimalhuacán, “Chimal”, hay una congregación cuyas primeras reuniones se remontan a 1890. Al contemplar la necesidad de contar con un recinto adecuado, comenzó a construir su templo en 1895. El predio fue donado por el señor José Morelos, quien confió las escrituras a su hermana, la señorita Petra Morelos. A su muerte, esta dejó el terreno en manos de la iglesia. Durante la Revolución Mexicana, el pueblo quedó en la zona de enfrentamientos entre el Ejército Constitucionalista y el Ejército Libertador del Sur. La mayoría de habitantes huyó y el templo fue utilizado como cuartel por ambos contendientes. En el templo, que lleva por nombre “El amor de Dios”, continúan efectuándose los cultos dominicales. Tepetlixpa fue una congregación metodista importante, aunque a la fecha no existe.
Las iglesias arriba mencionadas –las que todavía tienen actividad– hoy forman parte del “Distrito Sudoriental” que a su vez pertenece a la Conferencia Anual de México, de la Iglesia Metodista de México, A. R. y, junto a las distintas áreas a lo largo del territorio nacional, conmemoraron en 2023 su primer Sesquicentenario (ciento cincuenta años de presencia metodista oficial en México). Por tanto, y a pesar de posibles desencuentros entre el catolicismo romano y el protestantismo en siglos pasados, la intención del presente escrito es de celebración más que de avivar antiguas rivalidades.
Con el paso del tiempo, a la convivencia entre catolicismo y protestantismo se han sumado distintos credos en las faldas del Popocatépetl y el Iztaccíhuatl. Tal convivencia es productiva una vez que apreciamos el abanico de expresiones de fe, tan diverso como lo es la gente, la comida y los paisajes que sólo al pie de los volcanes se pueden disfrutar.
FUENTES
Báez Camargo, G. (2008). Protestantes enjuiciados por la Inquisición en Iberoamérica. México: CAJICA.
Butler, John W. (1918). History of the Methodist Episcopal Church in Mexico. Personal reminiscences, present conditions and future Outlook. New York-Cincinnati: THE METHODIST BOOK CONCERN.
Casa Unida de Publicaciones, S. A. (1924). Souvenir Book of the Golden Anniversary or Jubilee of the Methodist Episcopal Church in Mexico. México.
Documento dirigido al C. Secretario de Bienes Nacionales e Inspección Administrativa del Distrito Federal, con fecha de 4 de octubre de 1951.
Espinoza Peña, E. (Tercera edición, 1999). Atlautla. Monografía municipal. México: ASOCIACIÓN MEXIQUENSE DE CRONISTAS MUNICIPALES.
Martínez García, C. (2015). Albores del protestantismo mexicano en el siglo XIX. México: CUPSA.
Martínez García, C. (2015, 5 de abril). Sóstenes Juárez, principios del protestantismo en México [en línea]. Protestante Digital Sección Kairós y Cronos. Recuperado de https://protestantedigital.com/print/35802/sostenes_juarez_y_los_principios_del_protestantismo_ii
Ruiz Guerra, R. (1992). Hombres nuevos. Metodismo y modernización en México (1873-1930). México: CUPSA.
