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OPINIÓN: Se dice que: Entre baches, votos y poder

12 de agosto de 2025

Ad Noticias

**El Edomex frente a su reforma electoral, la hipocresía política y las batallas que se pelean con presupuesto público.


El peso del voto mexiquense

El Estado de México no puede ir de convidado de piedra a la discusión de la reforma electoral: concentra el mayor número de votantes y distritos federales, es el corazón numérico de la democracia mexicana. Lo único claro es que el sistema actual es indefendible, y que la representación proporcional mixta tampoco salva nada, pues está secuestrada por burocracias partidistas y élites económicas que usan las listas como botín. El dilema de fondo no es “plurinominales sí o no”, sino cómo construir un modelo que impida el monopolio de la voluntad ciudadana por cúpulas blindadas a la rendición de cuentas. La primera voz que debería abrir plaza en esta discusión es la de la gobernadora Delfina Gómez, no solo por encabezar la entidad con más electores, sino por ser la mujer más votada en la historia de México; su legitimidad le da la autoridad para colocar al Edomex como protagonista del debate nacional, no como figurante. La reforma no puede ser un maquillaje institucional: o se rompe la cadena que ata el voto a intereses de minorías con poder, o se habrá desperdiciado la oportunidad de rescatar la representatividad real; en esta coyuntura, el silencio es traición al electorado.

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Hipocresías de espejo

La derecha lleva días rasgándose las vestiduras por el estilo de vida de personajes simbólicos de Morena —y razón no les falta en algunos casos, porque en el Estado de México sobran ejemplos de morenistas devenidos bon vivant, nuevos ricos de gestión corta y apetito largo: alcaldes que cambian de camioneta con cada quincena, diputados que confunden dieta legislativa con viáticos de lujo y funcionarios estatales que creen que austeridad es una marca de vino barato. Pero el escándalo suena hueco cuando viene de la misma derecha que parió y alimentó a la generación dorada del saqueo, y que aún hoy produce especímenes de oropel con dinero público. En este espejo, unos y otros comparten la misma mueca: la de quienes predican con la cartera ajena y se indignan selectivamente. La corrupción con traje nuevo sigue siendo corrupción; la desigualdad vestida de gala sigue siendo desigualdad. La moral política mexicana es, en esencia, un club privado donde los ricos recientes y los ricos de siempre beben del mismo vaso.

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Dolor y cálculo

La tragedia de “Fernandito” no es solo el espejo de un crimen atroz, sino la radiografía de un sistema institucional que fracasa antes, durante y después de la emergencia. Martha Guerrero, alcaldesa de La Paz, aparece en el centro de este drama no por haber cometido el delito, sino por las omisiones de su administración en el momento más crítico: cuando la madre buscaba ayuda y las ventanillas del Estado estaban cerradas. Esa falla estructural es ontológica: revela que, en la práctica, el municipio no existe como garante de derechos, sino como aparato reactivo, torpe y a veces más preocupado por blindar su imagen que por proteger la vida. La gestión posterior —despensas, apoyos, cambio de abogados— confirma que la política local se mueve por contención y cálculo, no por reparación real. El dolor de la familia se ha convertido en materia prima para dos campañas simultáneas: la oposición que busca un nuevo estandarte contra la 4T y el oficialismo que intenta minimizar el daño a fuerza de asistencialismo y control narrativo. En esta ecuación, la víctima se diluye, el crimen se instrumentaliza y el debate público se polariza, confirmando que en la política mexicana incluso la tragedia se administra como recurso de poder.

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Ajustes y baches

La reciente denuncia de Latinus que involucra al diputado Wblester Santiago y a Ariel Juárez, y que de paso roza a la gobernadora, no parece nacer de un impulso periodístico desinteresado. Wblester sostiene que detrás está su adversario político, el alcalde prianista de Metepec, Fernando Flores. El señalamiento no es menor: convierte un tema de presunta corrupción en un episodio más de una rivalidad local donde las notas sirven de proyectiles y las audiencias de munición. El problema es que, mientras ambos se enfrascan en ajustes de cuentas, el municipio sigue y seguirá con más hoyos en las calles que un queso gruyere. La disputa personal, disfrazada de cruzada moral, termina siendo un juego de espejos: todos acusan, nadie asume, y la realidad urbana se hunde entre baches que no entienden de ideologías ni pleitos políticos.

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Gobernar desde la trinchera

Este miércoles, en el Conversatorio AD, tendremos como invitado a Daniel Serrano, alcalde de Cuautitlán Izcalli, para hablar de un tema que va más allá de la agenda local: cómo gobiernan —y resisten— los municipios, sobre todo aquellos que se asumen de izquierda, en un entorno donde la gobernanza y la gobernabilidad no siempre marchan juntas. La charla promete ir al fondo: las tensiones entre programa y realidad, la presión de las inercias burocráticas, las resistencias internas y externas, y la capacidad de un gobierno municipal para transformar su territorio sin perder el pulso político. Una conversación necesaria para entender que, en México, gobernar un municipio es más que administrar servicios: es sostener un proyecto político en medio de la tormenta.