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Opinión: Se dice que: Lo público, lo justo, lo posible

21 de julio de 2025

***Cinco verdades incómodas sobre el poder, el dinero y la salud en Edomex.


La salud pública no se vende

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En el Estado de México, la sanidad pública no es una opción: es la única posibilidad real para millones que jamás pisarán un hospital privado. Esa verdad estructural —incómoda para quienes piensan el Estado como negocio— debería bastar para blindar el derecho a la salud de toda deriva burocrática. Durante el ciclo neoliberal se intentó destruir el sistema público: fragmentarlo, desfinanciarlo, privatizarlo. Fracasaron. Pero hoy, el caos administrativo en la transición hacia IMSS-Bienestar amenaza con revivir ese desprecio tecnocrático hacia lo común. El paro de trabajadores debe entenderse como una reacción legítima ante la incertidumbre institucional, no como argumento contra la sanidad pública. La falla es federal, sí, pero el silencio del gobierno estatal erosiona la confianza y deja sin respuestas a quienes ya enfrentan enfermarse como una forma de exclusión.

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El poder está en los pobres

Si Morena quisiera, podría arrebatarle al PAN el control de Huixquilucan, Atizapán y Metepec en 2027. No le faltan votos, le falta voluntad. Tiene estructura, gobierno estatal, presencia federal, y lo más importante: una mayoría social que ha sido históricamente marginada por el modelo panista. En los tres municipios, más de la mitad de la población vive en pobreza. Eso no ha cambiado con las promesas de clase media ni con el simulacro de modernidad disfrazado de plazas, cámaras de videovigilancia o escudos fiscales. La derecha no gobierna ahí por méritos, sino por desinterés de sus adversarios. Si la 4T no actúa de inmediato, dejará que el marketing venza a la memoria colectiva del abandono. La estrategia no está en TikTok, está en los barrios donde no llega el drenaje.

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Anuar, en campaña adelantada

En Atizapán, el presidente estatal del PAN, Anuar Azar, ya actúa como candidato en funciones. Está en campaña abierta, sin disimulo ni recato. Desde hace meses mueve recursos, organiza eventos y arma estructura con una lógica que combina dinero, lealtades caducas y operadores rescatados del sótano del PRI. No construye ciudadanía, compra clientela electoral. Su aspiración es legítima, pero su método revela una vieja receta: pagar por presencia, financiarse con intermediarios y blindarse con acuerdos en la sombra. Atizapán, que ha sido laboratorio del panismo mexiquense, hoy corre el riesgo de volverse su botín. Y si la ciudadanía no observa, la elección se decidirá antes de que llegue la boleta.

Cancelar ya el contrato a Totalplay

El gobierno del Estado de México firmó con Totalplay un contrato trianual el 31 de marzo de 2024, por un monto de 338.4 millones de pesos, para suministrar internet en dependencias estatales, espacios públicos y transporte —vigente del 1 de abril de 2024 al 31 de marzo de 2027. Lo alarmante no es la modernización, es que Grupo Salinas —propietario de Totalplay— enfrenta una deuda con el SAT que asciende ya a más de 74 000 millones de pesos, según denunció la Procuradora Fiscal en junio de 2025.

Legalmente, no se puede adjudicar un contrato público a un recurrente evasor fiscal. La Ley de Adquisiciones y Transparencia prohíbe que un sujeto con esa magnitud de adeudos reciba recursos públicos. Moral y políticamente, resulta indecente. Por eso el gobierno estatal tiene la responsabilidad imperativa de cancelar ese contrato ahora, antes de que llegue el flujo financiero, no después. Cualquier argumento burócrata o demora es cómplice: esto ya no es falta de información, es reversa normativa y riesgo institucional.
¿No lo cree así la Oficial Mayor, Trinidad Franco?

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Adiós a los Itamboys

Durante casi dos décadas, la Secretaría de Finanzas del Edomex fue territorio exclusivo del ITAM, esa incubadora de tecnócratas que diseñó —y defendió— el dogma neoliberal mexicano. Allí se controló el presupuesto estatal más grande del país, casi 400 mil millones de pesos anuales, bajo lógicas de eficiencia sin justicia y equilibrio sin equidad. Con la llegada de la 4T al gobierno, todo siguió igual: Paulina Moreno mantuvo la hegemonía itamita sin sobresaltos. Pero con Óscar Flores, la inercia se interrumpió. El nuevo secretario trajo consigo al equipo que lo acompañó en la SEP, y con ellos una nueva lectura del gasto: menos culto al superávit, más atención al territorio. Aún es pronto para medir resultados, pero algo se ha movido: ya no manda el credo de las finanzas como fin en sí mismo. El paradigma cambió. Habrá que ver si el cambio se sostiene o si los viejos dogmas están al acecho.