¿Quién es este novelista tan mexicano? En el centenario luctuoso de Heriberto Frías
Por Alan Sánchez Cruz
–¿Quién es este Heriberto Frías? – nos preguntábamos entusiasmados en la redacción de «El Demócrata», luego que leíamos el folletín del periódico. ¿Quién es este novelista nacional tan mexicano, que parece que cada capítulo de su obra lleva como epígrafe un certificado del Registro Civil?
–Es un muchacho, –nos decía un compañero, –es un tenientito del Colegio Militar que ahora hace la campaña en Chihuahua… un jovencito, un niño al que no le apunta el bozo todavía.
Así presentaba José Ferrel a Heriberto Frías, militar, periodista y novelista mexicano, en la edición de 1911 de Tomochic (el nombre se acentuaba ‘Tomóchic’ en las primeras tres ediciones), su novela más representativa. Nacido el 15 de marzo de 1870 en Querétaro, en el seno de una familia culta y adinerada, Heriberto Frías Alcocer gozaría poco aquella buenaventura debido al fallecimiento temprano de su padre. Apenas meses antes del desafortunado suceso, la familia se había trasladado a la Ciudad de México. Debido a las dificultades económicas, su madre y sus hermanas regresaron a Querétaro mientras que Heriberto decidió continuar sus estudios en la Escuela Nacional Preparatoria. Un pequeño robo le ocasionó una estancia breve en la Cárcel de Belén y es que, a decir verdad, el deceso de su progenitor caló hondo en un joven Heriberto quien había comenzado a consumir alcohol y a experimentar una vida de excesos. Después de la Escuela Nacional Preparatoria ingresó al Colegio Militar. Su actitud rebelde le llevó a enlistarse en el ejército a sus 19 años. Tales experiencias contrastantes formarían su carácter y alentarían su pródiga pluma.
Durante el Porfiriato, gran parte de la población mostraba descontento debido a las políticas del entonces presidente de la Republica, Porfirio Díaz. Esta sería una de las razones principales para el estallido del movimiento revolucionario a lo largo del territorio nacional. Sería en 1891 cuando los habitantes del pueblo de Tomochi (o Tomochic), municipio de Guerrero, Chihuahua, iniciaron una rebelión en contra de concesiones de explotación forestal y minera a intereses extranjeros por parte del gobierno. La mecha se encendió debido a un conflicto religioso. Los tomochitecos eran seguidores de Teresa Urrea, joven sonorense que, se creía, hacía milagros y era llamada “La Santa de Cabora”. Como la iglesia de Tomochic no contaba con un párroco permanente y el que les asistía solamente cumplía con visitas periódicas, los tomochitecos habían colocado una imagen de Urrea en el altar. Al llegar el sacerdote, pidió que la quitasen, obteniendo tajante negativa. El párroco acudió al gobierno, y este último envió al ejército que arremetió contra los habitantes quienes se habían parapetado en la casa de su líder, Cruz Chávez. Las mujeres y los niños buscaron refugio en la iglesia, pero murieron cuando fue incendiada. Pocos fueron los pobladores que sobrevivieron, entre ellos mujeres, niños y ancianos.
A esta campaña militar sería enviado Heriberto Frías, a quien el impacto de la tragedia le inspiró relatar la novela Tomochic, que en su primera versión fue publicada por entregas en el periódico El Demócrata entre 1893 y 1895. Por seguridad, dichas entregas eran anónimas, pero más tarde fue descubierto y sometido a un consejo de guerra. Terminó siendo expulsado del ejército y, entonces, se consagró a la escritura como articulista de diarios como El Mundo Ilustrado, El Imparcial y El Combatiente, y autor de los libros El último duelo (1896), Leyendas históricas mexicanas (1899), El amor de las sirenas (1908), ¿Águila o Sol? (1923), entre otros. También tomó parte en la política mexicana apoyando la campaña de Francisco I. Madero; a la caída de Madero se le ve integrado al villismo, y de 1914 a 1915 es editor de La Convención, gaceta de la Soberana Convención de Aguascalientes, convocada por Venustiano Carranza, primer jefe del Ejército Constitucionalista.
Debido a su crítica al movimiento encabezado por Carranza, una vez que el carrancismo venció a las demás facciones revolucionarias, Frías fue condenado a muerte, aunque después se le redujo a doce años de prisión. Su amistad con antiguos maderistas le valió quedar libre después de ocho meses. Una vez excarcelado, sería nombrado cónsul de México en Cádiz, España, de 1921 a 1923 por Álvaro Obregón. Ahí escribiría ¿Águila o Sol?, y sería nombrado socio honorario de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias y Artes. Cuando regresó a México, “casi ciego”, impartió clases de historia en el Colegio Militar y publicó sus últimos dos libros, en coautoría con Rafael Martínez: Álbum histórico popular de la Ciudad de México y Juárez Inmortal. No pudo concluir El diluvio mexicano, una novela crítica del carrancismo. Murió en Tizapán, Distrito Federal, el 12 de noviembre de 1925. A cien años de su deceso, las presentes –brevísimas– líneas recuerdan a un personaje crítico de su época, aún vigente en el ámbito político, cultural y literario (no ha de olvidarse la colección Biblioteca del niño mexicano, escrita por Frías e ilustrada por José Guadalupe Posadas). Un novelista tan mexicano y tan necesario de relecturas y redescubrimientos.
