SE DICE QUE: Capital contento
***Empresarios del Edomex felices con Delfina y Laura González como bisagra. El resultado es un clima de confianza.
Los grandes empresarios, los varones nacionales del capital que suelen desconfiar de todo lo que huela a cambio político, hoy se muestran más serenos de lo esperado frente al nuevo gobierno mexiquense. La evidencia los acompaña: en 2024, el Estado de México captó 2 642 millones de dólares de inversión extranjera directa, segundo lugar nacional, y en un año sumó 67 459 empleos formales, crecimiento de 3.6 % frente a la parálisis del promedio nacional. La economía local avanza a un ritmo de 1.8 % anual, suficiente para disipar el fantasma de fuga de capitales que muchos auguraban con la llegada de la 4T. Al frente, Laura González se ha convertido en bisagra eficaz: proveniente del empresariado, hoy funge de garante de certidumbre para los dueños del dinero. El resultado es un clima de confianza que convive con un dato menos visible: la persistencia de salarios rezagados y una informalidad que recuerda que, aunque los números lucen estables, la transformación aún no alcanza los bolsillos de la mayoría.
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La ruta de Vargas al éxito… y del PAN al abismo
La paradoja es brutal: mientras el PAN del Estado de México se desmorona en votos, militantes y municipios, Enrique Vargas levanta su propia curva ascendente. En el mismo lapso en que los azules pasaron de gobernar decenas de alcaldías a conformarse con migajas, Vargas brincó de regidor a dos veces alcalde, diputado, coordinador legislativo y hoy senador; su esposa repitió dos veces en Huixquilucan y el apellido se volvió franquicia. El patrimonio político y familiar sube, la representación panista baja. Vargas se presenta como líder indiscutido de un partido que no eligió a nadie y cuya debacle no le impidió prosperar. Mientras el PAN perdió territorio y simpatizantes, Vargas convirtió la derrota colectiva en trampolín personal. El contraste es tan evidente que ya no se discute si conduce al partido, sino si lo exprime como vehículo privado en plena ruta de emergencia.
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Manzur y el ajedrez familiar
En el tablero mexiquense los nombres no se jubilan, se reciclan. José Manzur Quiroga, operador priista de viejo cuño y pieza clave en el arribo de Raymundo Martínez a la alcaldía de Toluca, ahora juega otra partida: colocar a su sobrino Jesús Ramírez Manzur como candidato en Metepec. No es una ocurrencia de última hora; hace una década, cuando el joven tenía apenas 29 años, el propio Manzur lo instaló como jefe de la policía municipal, y desde entonces ha tejido permanencia en administraciones de distinto signo, de Pedrozo a David López y luego con Fernando Flores. Lo que parece mérito técnico es, en realidad, la prueba de un padrinazgo persistente: la mano del tío ha estado siempre detrás, asegurando salario, puesto y proyección. Hoy, en medio de la disputa por el Valle de Toluca, Manzur intenta reeditar la fórmula: mover a su ficha familiar de la seguridad a la política electoral. La paradoja es que mientras el PRI se encoge y el mapa partidista muta, las redes familiares de poder siguen firmes, con Metepec como botín y con Manzur convencido de que la sangre también vota.
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Montiel, la incubadora del peñismo
La historia reciente del Edomex guarda episodios que explican mucho de nuestro presente. Ernesto Zedillo fue quien abrió el camino de Arturo Montiel hacia la gubernatura, en pago a los servicios electorales que el mexiquense le prestó en la campaña presidencial. Ya en el poder, Montiel no tardó en pactar con Carlos Salinas y otorgar trato de huésped privilegiado a Raúl Salinas en el penal de Almoloya. De esa conjunción nació el montielismo, un grupo político que se convirtió en la incubadora del peñismo y, a la postre, en plataforma para Enrique Peña Nieto. Lo demás es historia conocida: redes de corrupción, excesos y un descrédito internacional que todavía pesa sobre el país. En este tiempo de revisionismo histórico, conviene recordar quién empoderó a quién y con qué fines, porque ahí están las raíces de una de las etapas más oscuras de la política nacional.
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Arqueología priista
Las reuniones de viejos priistas y expriistas mexiquenses se han vuelto frecuentes, pero su utilidad no pasa de alimentar el cotilleo y la arqueología política. Son mesas largas de anécdotas y nostalgias, donde se reparten culpas como si fueran medallas. La única reflexión que realmente importa no surge de su palabra, sino de su bolsillo: ¿cuánto dinero se llevaron todos esos señores que llevan años sin trabajar y aún viven como hacendados? La respuesta no es trivial. Si se pusiera en la mesa lo que cada uno de ellos se llevó al amparo del poder, probablemente alcanzaría para liquidar la deuda pública estatal. En ese contraste está la verdadera memoria: lo que el priismo le costó al erario, más allá de sus viejas glorias y de sus actuales sobremesas.
