Amaqueme

SE DICE QUE: El beso verde del diablo:

8 de octubre de 2025

**Faltan cuatro años —una eternidad en el calendario político— y ya lo amarraron a una candidatura que solo existe en los discursos de quienes quisieron exhibir poder propio a costa de su futuro

Redacción AD Noticias

El “destape” de Manuel Velasco y Arturo Escobar a favor de Pepe Couttolenc fue menos una ovación que una trampa de salón. Lejos de fortalecerlo, lo precipitaron al centro de la diana: ahora es el blanco de todos los que aspiran a lo mismo y el símbolo de un proyecto demasiado precoz. Faltan cuatro años —una eternidad en el calendario político— y ya lo amarraron a una candidatura que solo existe en los discursos de quienes quisieron exhibir poder propio a costa de su futuro. Los elogios de Velasco y Escobar son como esos regalos envenenados que se abren con sonrisa y se cierran con vértigo: lo comprometen, lo aíslan y lo obligan a justificar una ambición que quizá ni tenía en ese tono. A partir de ahora, Pepe deberá gastar más energía en esquivar cuchillos que en construir liderazgo, más tiempo en calmar egos que en diseñar ruta. En un ecosistema de vanidades inflamadas, lo peor no es que te teman, sino que te envidien. Y ese beso verde —tan público, tan imprudente— le dejó marcada la frente con la señal de los condenados a explicar su propio éxito. Con esos padrinos, no lo ayuden, compadre.

**

Cómo cambian las cosas

Hubo un tiempo en que Emilio Chuayffet era sinónimo de poder en el Estado de México: bastaba su nombre para ordenar silencios, alinear voluntades y dictar la temperatura política del día. Hoy, su cumpleaños del 3 de octubre pasó casi inadvertido, como si la historia hubiese bajado el volumen. No hay epílogo amargo, solo el curso natural del poder cuando se separa de su tiempo. Le venció la edad, no la inteligencia; el talento sigue ahí, intacto, pero la estructura que lo sostuvo se disolvió entre generaciones sin memoria. En otros años, sus palabras eran cita obligada; hoy, apenas eco de una lucidez que ya no encuentra escenario. La política mexiquense —cruel como la biología— devora a sus padres sin ceremonia. El ocaso de Chuayffet es la metáfora de un régimen que envejeció junto con sus mejores mentes: brillante, disciplinado, eficaz… y al final, irrelevante. En su retiro hay dignidad; en el silencio que lo rodea, una advertencia: el poder que no se renueva se extingue, incluso cuando su inteligencia aún resplandece.

**

El hombre que no se retira

El próximo 15 de octubreArturo Montiel cumplirá 82 años, convencido de que el tiempo no se mide en arrugas sino en apetito político. A diferencia de otros exgobernadores que aceptaron su ocaso con discreción, Montiel insiste en seguir en la jugada, persuadido de que su viejo instinto organizativo —ese talento para el control territorial, la disciplina partidista y el cálculo milimétrico— puede todavía revivir al PRI, hoy en estado de coma y sin respiración ideológica. Su fuerza nunca fueron las ideas, sino la maquinaria: supo mandar, repartir, mover hilos, erigir lealtades de nómina. Fue el hacedor de Enrique Peña Nieto, y esa sombra de paternidad política parece condenarlo a no poder jubilarse. Pero hay una diferencia esencial: el país que lo hizo poderoso ya no existe. Montiel se aferra a un tablero que cambió de reglas; quiere jugar al dominó de siempre en una mesa donde ahora todos apuestan con algoritmos. Su empeño ya no es político, es nostálgico: el intento de demostrar que la vieja escuela priista aún puede levantar muertos. Lo intenta con energía, pero cada movimiento revela lo mismo: la historia no repite sus milagros, solo sus parodias.

**

El neomorenista “diputado Meme”

Armando Corona Arvizu, priista de origen y morenista por conveniencia, es el ejemplo más acabado de lo que el reclutamiento pragmático puede hacerle a un proyecto que se pretendía ético. Su fama no proviene de una ley, ni de una causa, ni de una idea, sino de un dislate verbal que lo convirtió en el diputado meme, síntesis involuntaria del vacío político contemporáneo. En él se mezclan la retórica del cambio con los modales del viejo régimen: la lengua se tropieza donde el pensamiento no alcanza. Su paso por Morena no es conversión, es camuflaje; un intento de sobrevivir a la historia bajo nuevas siglas. Como él, decenas —quizá ya centenas— de neomorenistas mexiquenses han hecho de la 4T un albergue para veteranos del acomodo. Y así, el movimiento que quiso transformar la política acaba pareciéndose cada día más a aquello que prometió erradicar: un museo de ambiciones recicladas, presidido por la ironía de su propio discurso.

Fin de una apuesta

A poco más de un año de su arranque, la franquicia de El Universal Edomex atraviesa su momento más difícil. El proyecto, concebido con entusiasmo y recursos, enfrenta una realidad dura: los números no dan. No alcanzó las metas de audiencia ni de ingresos que garantizaran su continuidad, y su sostenimiento se ha vuelto complicado. Su propietario, un empresario del ramo de la seguridad privada, apostó por diversificar hacia el periodismo, quizá sin medir del todo las exigencias del oficio. Lo cierto es que el proyecto se desdibujó en el camino: buen impulso inicial, pero rumbo incierto. Hoy se analiza su viabilidad, con escenarios que van desde una reestructuración hasta el cierre técnico. No hay fracaso, sino aprendizaje caro: los medios no viven de voluntarismo, sino de visión, método y constancia.