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Se dice que: El reino de las facturas

5 de diciembre de 2025

**Dicen que no pasa nada. Ojalá. Sería un poema verlos explicar por qué su nombre apareció donde nunca aparece: en la nómina real.

El reino de las facturas

En el Estado de México fingen sorpresa, como si Álvarez Puga hubiese sido un meteorito contable que cayó del cielo y no el proveedor favorito del peñismo en modo spa, ese que subcontrataba hasta la vergüenza. Ahora resulta que Montiel Jr. aparece en la lista de beneficiarios y todos tiemblan, no porque fuera el único, sino porque es el más fácil de reconocer sin gafete. Lo incómodo es lo demás: esa romería de juniors, herederos, primos simbólicos, operadores de pasillo y celebridades de cartera que recibieron, con toda naturalidad, pagos que van del cariñoso a los once millones, como quien recoge la ropa de la tintorería. El País apenas levantó una esquina y ya salió medio Atlacomulco en shorts, evidenciando que la facturación falsa era, más que un delito, un género literario del priismo tardío. Y, claro, ahora todos piden “que se investigue”, un deporte que el viejo régimen practicaba siempre que la investigación fuera sobre otro. Lo hermoso del asunto es que, si la justicia se toma en serio el hilo, la madeja lleva a ese ecosistema donde el poder era hereditario, los contratos también, y la ética se guardaba en el mismo cajón donde se guardan los botones sueltos. Dicen que no pasa nada. Ojalá. Sería un poema verlos explicar por qué su nombre apareció donde nunca aparece: en la nómina real.

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Una balanza de justicia sobre un fondo oscuro con el texto 'Se dice que' y el título 'Moral en tiempos de descuento'. La imagen reflexiona sobre la necesidad de una verdadera fuerza moral en el Edomex.

Moral en tiempos de descuento

La presidenta habla de un decálogo moral, pero en los pasillos ciertos liderazgos lo leen como quien hojea un manual de microondas: por encima y sin entender nada. El caso de Wblester y Ariel Juárez no es anomalía, es síntoma; la élite local tiene un catálogo de ejemplos que haría sonrojar a un seminario de ética para estafadores. Y allí radica el problema: ideología sin deontología es un cascarón, un discurso bonito sostenido por manos pegajosas. El Edomex exige una fuerza moral que no se limite a recitar frases progresistas mientras se opera con las mismas mañas de siempre. Porque si Morena pretende diferenciarse del viejo régimen, debe empezar por lo básico: no repetirlo. Y eso implica que la militancia deje de celebrar a cualquier personaje que confunda “transformación” con oportunidad de carrerita personal. El reto no es el discurso; el reto es que los liderazgos entiendan que, sin ética, toda revolución termina convertida en una sucursal barata del cinismo que pretendía reemplazar.

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Imagen de Don Gato y su pandilla en un fondo colorido, con texto que expresa reflexiones sobre la política en Edomex.

Don Gato y su pandilla

El que no puede contener la carcajada con la borrachera de Wblester es su archienemigo Fernando Flores, rodeado de esa cofradía de rufianes con vocación de escolta moral que siempre lo acompaña. Y ríe, claro que ríe, porque en el fondo le fascina la escena: se igualan. De pronto, descubre que no hay diferencia entre uno y otro bando, que la supuesta indignación ética es puro decorado y que, bajo la luz adecuada, todos comparten la misma textura de comedia barata. Para Flores, el gozo no viene del escándalo ajeno, sino de esa revelación íntima de igualdad: Don Gato y su pandilla también son así o peores, solo que con mejor iluminación y menos torpeza para grabarse. En ese Edomex donde la política a veces se ejerce como sketch, el verdadero escándalo no es la borrachera, sino la alegría secreta de saberse reflejo del adversario. Ahí se hermanan, ahí se reconocen, ahí se confiesan sin quererlo.

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Imagen de un hombre sonriente sentado en una mesa con un vaso de bebida, acompañado de un texto que menciona la relación entre el PT, las bebidas alcohólicas y la mala conducta.

La cátedra líquida del PT

A estas alturas, cualquiera pensaría que, para ingresar a la élite del PT, deben pedir como requisito curricular un gusto pronunciado por las bebidas espirituosas y una predisposición estable a la mala conducta. Cómo olvidar aquellos videos del diputado Óscar González en estado etílico avanzado, tan avanzado que parecía filmado en clave surrealista. O el proceso por violación contra su sobrino, también de nombre Óscar González, curiosamente suplente del propio Wblester, como si el partido hubiese decidido convertir la tragedia familiar en organigrama político. Y ahora llega el episodio más reciente: el de Wblester, quien, en vez de levantar la voz en tribuna, terminó levantando la botella. No es casualidad ni mala suerte: es un patrón, un método de vida, una especie de pedagogía líquida donde la sobriedad no es virtud sino sospecha. En esa cúpula, dar espectáculo parece más importante que dar resultados y la reputación se mide en litros, no en votos. La pregunta es cuánto más va a durar esta escuela nocturna antes de que la realidad les cobre la cuenta completa.

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Imagen de un hombre de pie en un área inundada con un gran agujero en el suelo, acompañado de texto que habla sobre la corrupción municipal en varios lugares del Estado de México.

El hueco en el suelo municipal

Primero fue Tlalnepantla, después Naucalpan y ahora Ecatepec: una triada que exhibe la corrupción municipal no como anomalía, sino como sistema operativo. En el primer caso, el desfalco ronda los 400 millones, con 215 exfuncionarios bajo la lupa por obras inexistentes, firmas falsificadas y programas fantasmas. En Naucalpan, el agujero pasa de los 4 000 millones, una herencia tóxica donde cada factura parece una broma interna. Y, en Ecatepec, emergen anomalías por más de 547 millones, entre sobreprecios, contratos inflados y comprobaciones que nunca llegan. La carga para la Fiscalía General de Justicia del Edomex no es menor: le han puesto en las manos una colección completa de saqueos que, si se investigan a fondo, podrían reescribir el mapa político del valle. Aquí la pregunta no es quién robó, sino por qué durante años nadie se atrevió a detener la mano.