SE DICE QUE: La consulta que se vota sola
**La presidenta, Amalia Pulido, propuso incorporar el voto electrónico como símbolo de modernización y ahorro.
- La consulta electoral y el voto electrónico,
- Democracia, ¿para qué?,
- El presupuesto de la inercia,
- La escenografía del desgaste,
- El regreso verde.

El IEEM organizó una consulta sobre el futuro del sistema electoral mexiquense. La presidenta, Amalia Pulido, propuso incorporar el voto electrónico como símbolo de modernización y ahorro. Pero lo que se presenta como eficiencia tecnológica encubre un dilema político: ¿quién controlará el software y la base de datos del voto? La digitalización promete rapidez, pero también multiplica las zonas grises. En un país donde ni las actas impresas gozan de confianza, ¿podemos creer que el algoritmo será imparcial? Modernizar el voto sin blindar la integridad de la información puede convertir la democracia en una aplicación con dueño.
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DEMOCRACIA, ¿PARA QUÉ?
En la discusión sobre la reforma electoral, el Estado de México debería ser el primero en formular la pregunta que ningún sistema político se atreve a pronunciar en voz alta: ¿democracia, para qué? Porque sin propósito, toda reforma es coreografía. Si la democracia solo sirve para administrar la alternancia, repartir cargos y renovar legitimidades gastadas, se convierte en un ritual sin alma. Pero si su sentido es redistribuir bienestar, garantizar justicia y medir al poder por su capacidad de mejorar la vida común, entonces vuelve a tener contenido. El Edomex puede inaugurar una democracia de fines y no de formas: una que se mida por resultados tangibles —servicios, seguridad, empleo, verdad informativa— y no por la novedad tecnológica de sus botones. Preguntar “¿para qué?” no es escepticismo, es responsabilidad moral. Es poner a prueba si el voto sigue siendo instrumento de cambio o simple contraseña de continuidad.
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EL PRESUPUESTO DE LA INERCIA
El Presupuesto 2025 del Edomex presumía orden y equilibrio, pero en realidad fue un espejo del pasado: burocracia gorda, inversión flaca y discurso hueco. De los casi 388 000 millones de pesos, más de dos tercios se fueron en gasto corriente, nóminas, servicios y subsidios que repitieron el viejo patrón del “gobierno que paga para que todo siga igual”. Apenas 17 000 millones se dirigieron a inversión pública: una cifra decorativa para un territorio con brechas de infraestructura, agua y conectividad que exigían cirugía, no curitas. En cambio, los servicios personales absorbieron más de 168 000 millones, con sobresueldos y prestaciones que crecieron más rápido que la obra pública. La deuda pública, de casi 10 000 millones entre intereses y amortizaciones, se comió el margen de maniobra y dejó claro que el Estado administró sus pasivos más que su desarrollo. En ciencia y tecnología, el gasto fue simbólico: 1 164 millones, menos del 0.3 %, suficiente apenas para sostener la retórica de innovación mientras se contrataba más personal para las mismas oficinas. Si 2025 fue el año de la inercia, 2026 debería ser el de la corrección: reducir burocracia, medir resultados y reorientar el gasto hacia lo que transforma, no hacia lo que perpetúa.
Porque el Presupuesto no es un documento contable, es el espejo moral del poder.
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LA ESCENOGRAFÍA DEL DESGASTE
En cada conferencia de Alito Moreno, allí está Cristina Ruiz Sandoval: detrás, al lado o un paso más atrás, siempre en cuadro, siempre aplaudiendo, siempre sosteniendo el cartel. La presidenta del PRI mexiquense y senadora parece haber sido reducida a utilería de la narrativa que el dirigente nacional necesita para fingir vigor partidista. Lo grave no es el gesto, sino lo que simboliza: la conversión de una política con trayectoria en pieza de escenografía, coreografía de un teatro que se derrumba. Ruiz encarna la paradoja de la militancia disciplinada que asciende descendiendo: entre más alto el cargo, menor la voz propia. De tanto acompañar, dejó de dirigir. Y mientras el PRI nacional fabrica performance y nostalgia, el estatal se apaga en silencio. Ninguna mujer merece que su biografía política sea usada como fondo para los delirios de un dirigente acorralado. Pero Ruiz lo permite y esa es la tragedia: cuando la lealtad deja de ser virtud y se vuelve renuncia.
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EL REGRESO VERDE
Pepe Couttolenc regresa al Conversatorio AD cuando su partido atraviesa el tramo más delicado de su madurez política. El Verde ha dejado de ser el acompañante decorativo para convertirse en parte activa del nuevo equilibrio estatal. Couttolenc ha sabido leer el momento: su lealtad con la presidenta y con la gobernadora no es consigna, sino una posición estratégica dentro del reacomodo del poder. Pero la pregunta es otra: ¿hasta dónde puede conservar identidad un partido que vive de su utilidad coyuntural? El Verde gana presencia institucional, presupuesto y visibilidad, pero también corre el riesgo de diluirse en la lógica del poder que lo contiene. Couttolenc lo entiende. Regresa al Conversatorio no para celebrar, sino para explicar cómo se sostiene un partido cuando la frontera entre alianza y subordinación se vuelve casi invisible.
