**En la lucha que Higinio cree reactivar, sus posibilidades de victoria son remotas y quizá por eso insiste en narrarlas como resistencia.

■ Asimetrías que ya no pueden ocultarse;

■ El costo moral de las instituciones debilitadas;

■ Partidos, reformas y el peso de la coherencia.

La asimetría de fuerzas: Higinio vs. Delfina

El gesto político de Higinio Martínez y su cofradía de Mexiquenses de Corazón no compite en igualdad de condiciones; compite, más bien, contra la física. Porque lo relevante no es si desafía o no al gobierno, sino por qué insiste en activar una contienda que él mismo sabe desequilibrada, qué cálculo íntimo lo empuja a tensar la cuerda y para qué apuesta un capital simbólico que perdió tracción. En esa ecuación, la asimetría no requiere demostración: de un lado está un senador con estructura en repliegue; del otro, la gobernadora más votada de la historia, un aparato que respira orden y un operador, Horacio Duarte, cuya paciencia ya roza la pedagogía. Pero toda condescendencia caduca y el momento de poner orden llega no por capricho, sino porque la gobernabilidad exige delimitar hasta dónde va la épica personal. En la lucha que Higinio cree reactivar, sus posibilidades de victoria son remotas y quizá por eso insiste en narrarlas como resistencia.

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Pastor libre y la Fiscalía en ridículo

La liberación de Isidro Pastor por falta absoluta de pruebas terminó siendo menos un acto jurídico que un diagnóstico del naufragio institucional: si un expediente federal se deshace con un soplido, la pregunta no es si Pastor es inocente, sino qué demonios estaba armando la Fiscalía General de la República para sostener una acusación que nació coja y murió boqueando. El mensaje es sonoro: en un país que presume combate a la corrupción, un caso tan publicitado se derrumba por negligencia técnica o por esa vieja costumbre de fabricar épicas sin sustancia. Y el bochorno lleva nombre completo: Alejandro Gertz Manero, que vuelve a exhibirse como fiscal de tormentas mediáticas incapaces de sostener un examen jurídico, con una permanencia cada día más insostenible. Pastor sale con aura de “perseguido mal acusado”, mientras el Estado reconoce, sin decirlo, que acusar sin pruebas es más fácil que reparar el daño.

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La medicina amarga del ISSEMyM

La reforma al ISSEMyM era inevitable: cuando un sistema se hunde por corrupción, negligencia y años de simulación, cualquier ajuste se vuelve impopular pero necesario. Elevar gradualmente la edad de jubilación no es tecnocracia, sino el costo directo de un instituto saqueado y con una proporción de pensionados capaz de quebrar cualquier caja pública. Durante años, ningún gobierno tuvo legitimidad moral para reformarlo; hoy, en cambio, Delfina Gómez asume el costo político y coloca la responsabilidad donde debe estar: en la supervivencia futura del sistema. La medicina irrita, pero la alternativa era el colapso silencioso que dejaría sin pensión a miles. En política, los remedios duros rara vez dan aplausos, pero cuando un instituto público está clínicamente en quiebra, hacer lo debido es más valioso que hacer lo cómodo.

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El peso muerto dentro de Morena

Si Morena quiere consolidarse en el Estado de México como partido progresista y columna vertebral de la transformación, primero debe librarse de su propio lastre: corruptos, incompetentes e infiltrados que vuelven cualquier discurso ético un acto de ventriloquia. El espejo del PRI y el PAN está ahí, recordando que la fuerza ideológica sin fuerza moral es apenas una marca vacía. Y Morena no es uno: son muchos Morenas, algunos comprometidos y otros dedicados a sus pequeños apetitos; por eso, sus adversarios más corrosivos no están enfrente, sino adentro, erosionando desde la panza lo que en público juran defender. Ese es el desafío de Luz María Hernández, más urgente que coleccionar afiliados a destajo. Un partido de masas sin depuración ética termina siendo lo que juró no repetir. En política, lo cualitativo no compite con lo cuantitativo: lo sostiene.

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El adiós anunciado de Gerardo Becker

La suerte de Gerardo Becker está sellada: no tiene posibilidad alguna de reelegirse al frente del Tribunal de Justicia Administrativa del Edomex; y no por intriga, sino por la evidencia de una gestión convertida en caricatura. Su administración fue un catálogo de omisiones y simulaciones que desgastaron la credibilidad institucional. Que salga sin consecuencias no es mérito: es el privilegio habitual de quienes abandonan el edificio antes de que alguien les cobre la factura. El TRIJAEM no necesita cambios de silla: necesita recuperar dignidad, técnica y prestigio, tres cosas que aquí quedaron reducidas a gesto. Becquer no pierde poder, simplemente deja de fingir que lo tenía.

Se dice que…

NULLenero 12, 2018

En «Opinión»

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