Se dice que: La gerontocracia tricolor
***Los mismos que inventaron la estructura de operación electoral “Fuerza Mexiquense” ahora sueñan con su versión Ensure.
- Los patriarcas del PRI quieren resucitarse a sí mismos.
- Los apóstoles del bache predican civismo de utilería.
- Los dilemas del poder doméstico en Metepec.
- Atizapán calienta motores rumbo a 2027.
- El portero del poder muere en silencio.
En el PRI mexiquense se libra una batalla de espejos retrovisores. De un lado, Alito Moreno sostiene a Cristina Ruiz como presidenta estatal —una dirigente de utilería, funcional al centralismo del tricolor—; del otro, un grupo de nostálgicos del montielismo intenta recuperar el partido como si el tiempo fuera un mito personal. Arturo Montiel, patriarca de la vieja escuela, encabeza la cruzada junto a Isidro Pastor, Juan Mondragón, los hermanos Osornio y su nuevo alfil: Mario Santana Carbajal, cacique de Villa Victoria, el municipio más rezagado del Estado de México. No son tan viejos, pero piensan como si aún gobernaran en VHS. Los mismos que inventaron la estructura de operación electoral “Fuerza Mexiquense” ahora sueñan con su versión Ensure, alimentando al partido con suplementos de nostalgia y discursos recalentados. Su consigna es “volver al futuro”, pero el futuro que imaginan huele a polvo, a liturgia priista y a redes clientelares de los noventa. El problema no es la edad: es la incapacidad de cambiar, de entender que la nostalgia no gana elecciones y que el PRI ya no necesita geriatría, sino autopsia.
El apóstol del bache
Gerardo Lamas Pombo presume tapar baches, repartir tinacos y defender estatuas. Se vende como ciudadano ejemplar, pero su activismo no pasa de posar para la cámara. En realidad, ha vivido del Ayuntamiento de Toluca por años, cobrando como asesor o funcionario sin que nadie recuerde una sola aportación real. Fue secretario particular de Juan Rodolfo Sánchez Gómez, el alcalde que confundió la gestión pública con cruzada moral y dejó una ciudad endeudada, sucia y deshecha. Lamas heredó el estilo: predicar civismo mientras vegeta del presupuesto. Ahora reaparece en temporada preelectoral, con brocha, pala y discurso redentor, como si el maquillaje del asfalto curara el cinismo estructural. Ya es hora de poner un alto a los charlatanes que viven del simulacro y confunden servicio público con sesión de fotos.
El corazón, la placa y la boleta
En Metepec, Fernando Flores enfrenta un dilema de poder con aroma doméstico. Reelecto y con control sobre el PAN y el PRI, decidirá si hereda el cargo a su esposa Iraí Albarrán, mujer respetable y rostro amable del DIF, o a su comisario Jesús Ramírez Manzur, policía de confianza que lleva casi una década sin resolver la inseguridad. Podría apostar por ambos: ella por el PAN, él por el PRI, y Flores moviendo los hilos desde la sombra. En realidad no se trata de quién gobierne mejor Metepec, sino de quién le cuide mejor la espalda.
Atizapán en ebullición
En Atizapán de Zaragoza ya se mueven las piezas para 2027. Luis Montaño, del Verde, quiere capitalizar su presencia en el gobierno estatal; Leylany Richards, por Morena-PT, afianza estructura y territorio; Anuar Azar, jefe del PAN, busca conservar influencia en su bastión histórico; y Gonzalo Alarcón, con su estilo clásico, tantea si el PRI aún respira. En paralelo, Pedro Rodríguez mantiene viva la idea de impulsar a su esposa como candidata, confiando más en su red personal que en las siglas. No es una disputa ideológica, sino de control: Atizapán se encamina a una contienda donde todos se conocen, todos se miden y todos creen que ya les toca.
El portero del poder
Francisco Rojas Gutiérrez fue durante años el guardián del umbral salinista. Originario de Tenango del Valle, de trato parco y mente de contable, fue el hombre que abría o cerraba la puerta a los políticos mexiquenses cuando Carlos Salinas de Gortari dictaba el destino del país. Con Chuayffet, formó la dupla más cercana al expresidente, ambos convencidos de que el poder era eterno y la red del Estado, impermeable al tiempo. Rojas sobrevivió a todos los sexenios, pero no a la amnesia colectiva: murió hace unos días, sin titulares ni reflectores, casi en silencio. El hombre que manejó llaves, sellos y destinos terminó sin testigos. Así se apagan los administradores del poder: sin épica, sin pueblo, sin recuerdo.
