SE DICE QUE: Los Nemer cambian de misa
***El clan Nemer ya cruzó el río y no para confesarse, sino para recordar que en política los milagros los hace el pragmatismo, no la ideología.
- El corrimiento del priismo a la nueva fe morenista.
- La disputa por la herencia política de Metepec.
- El espejismo de las encuestas y la generación que no compra consignas.
De los templos del PRIAN en Metepec a las plegarias matutinas del morenismo en Toluca, los Nemer-Monroy acaban de demostrar que la fe política es cuestión de supervivencia, no de dogma. El patriarca, Ernesto Nemer Álvarez, aquel que en 2021 bendijo la candidatura de Fernando Flores desde la Secretaría General de Gobierno, ahora asiste a la “mañanera” de Ricardo Moreno para aplaudir las virtudes del cambio. A su lado, el heredero, Ernesto Jr., toma nota del nuevo catecismo: el del poder sin ideología, el de los conversos con memoria selectiva. Y, mientras tanto, el alcalde de Metepec, aquel que ascendió gracias a ellos, se quedó sin padrinos. Flores sin Nemer se devalúa; pero Nemer contra Flores es orfandad con método. Lo que vimos en Toluca no fue cortesía política: fue la escenificación de un divorcio. El viejo operador delmacista se sienta a la mesa del morenismo y el morenismo —tan necesitado de oficio— lo recibe con flores que no son precisamente las de Fernando. El clan Nemer ya cruzó el río y no para confesarse, sino para recordar que en política los milagros los hace el pragmatismo, no la ideología.
Herencias en movimiento
En el Estado de México, la política no ha llegado a su fase ideológica; sigue anclada en su estado natural: el reacomodo de fuerzas. Aquí nadie discute principios, solo posiciones. Bajo esa lógica, resulta legítimo —incluso humano— que Ernesto Nemer Álvarez impulse a su hijo con las herramientas que el poder acumulado le dejó: influencia, experiencia y apellido. La política local es un campo donde la causa vale más que los soldados, y los Nemer lo saben. Ernesto Nemer Monroy ya había intentado ser candidato a diputado local, pero su entonces aliado, Fernando Flores, prefirió la conveniencia sobre la gratitud y respaldó a Mariano Camacho, heredero del exgobernador César Camacho Quiroz. Nada personal: solo la aritmética del poder. Ahora, con el cobijo político del alcalde Ricardo Moreno y del grupo que lo acompaña, el tablero vuelve a moverse: Ernesto Jr. podría convertirse en candidato de Morena por el Distrito 35, una posibilidad todavía incipiente, pero con aroma de destino anunciado. El viejo priismo se reagrupa bajo nueva bandera y el apellido Nemer busca su segunda vida en un territorio donde los dogmas cambian, pero las familias perduran.
El ocaso del pseudoempresario político
El tablero se descompone con precisión quirúrgica para Fernando Flores, ese pseudoempresario que confundió la política con un negocio de temporada y el poder con una franquicia personal. La reelección ya no es opción: agotó los periodos que la ley permite y las alianzas que fingían creer en su éxito. Si lo empujan hacia la contienda local, tendría que enfrentarse a los Nemer-Monroy, los mismos que lo encumbraron en 2021 y hoy lo observan desde la otra orilla del río, con sonrisa de revancha. En la federal, por el Distrito 27, sus posibilidades son casi nulas: ahí lo esperan Óscar González, Ublester Santiago y un grupo con territorio, estructura y oficio verdadero. A Flores le queda la ruta más costosa y menos digna: pelear por una curul plurinominal, de esas que solo se consiguen con mucho dinero y obediencia. Quizá en esa ecuación tasará su lealtad a los Manzur, a quienes podría entregar la candidatura de Metepec como pago anticipado. Su tránsito por la política deja una moraleja amarga: quien compra poder como mercancía termina convertido en su propio producto en liquidación.
Las encuestas y el espejismo de la opinión
De tanto medir, el poder ha confundido el termómetro con la salud. Cada mes aparecen “rankings” de aprobación que sirven para todo, menos para entender la realidad. GobernArte califica alcaldes, Demoscopia Digital halaga gobernadores y Massive Caller fabrica titulares con números sin sustancia. Son instrumentos de propaganda, no de conocimiento: su función es producir ánimo político, no diagnóstico ciudadano. Carecen de rigor verificable y pervierten el valor de la opinión pública al reducirla a una cifra que nadie puede contrastar. El ciudadano común, el que sufre el bache, la inseguridad o el agua que no llega, no participa de esas mediciones: solo las ve desfilar como parte del circo. No reflejan el país real, sino un país de laboratorio donde todos contestan el teléfono y todos aplauden con estadística. La única opinión que cuenta es la de las urnas o, en su caso, la revocación del mandato. Todo lo demás es marketing con ficha técnica. Las encuestas miden el ruido, no el gobierno.
La generación que no compra consignas
La derecha cree que podrá reclutar a la Generación Z mexiquense con memes patrióticos y frases huecas, pero ya no tiene clientela. La convocatoria para la marcha del 15 está en marcha, pero ni los universitarios ni los jóvenes de barrio han mordido el anzuelo. Esta generación, que representa casi un tercio del Edomex, no se guía por discursos prefabricados ni por nostalgias partidistas. Se informa sola, cuestiona todo y desconfía de los políticos que hablan como sus abuelos. Sus causas son otras: inclusión, igualdad, ambiente, libertad. No hay lugar para el dogma ni para el sermón de club panista. Por eso solo se esperan unos cuantos niñatos con logo, suficientes para la foto y el ridículo. La derecha intenta convertirlos en carne de consigna, pero la Generación Z responde con la mejor forma de protesta: la indiferencia lúcida de quien ya entendió que el futuro no se marcha, se construye.
