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SE DICE QUE: PAN Edomex, cambiar para seguir igual

20 de octubre de 2025

***El PAN no está mutando: está resistiendo al olvido, pegado a un espejo retrovisor donde todavía se ve con corbata y poder

Redacción AD/Noticias

El PAN no se renueva por convicción, sino por necesidad fisiológica: como quien se pone desodorante sin haberse bañado. En el Estado de México, su padrón raquítico de 29 mil 576 militantes apenas serviría para llenar medio Foro Sol, pero no para sostener una causa política. En las elecciones de 2024, el PAN no ganó ni un solo distrito local por sí solo, apenas una alcaldía sin alianza (Huixquilucan) y ni un distrito federal. Lo que presume como “relanzamiento” es en realidad un ensayo de cosmética política: cambia el logo, se toma fotos, recicla apellidos —pero el contenido sigue siendo vino viejo servido por las mismas manos —. Los mexiquenses ya no creen en la derecha: la ignoran. Y eso es peor que el rechazo. El PAN no está mutando: está resistiendo al olvido, pegado a un espejo retrovisor donde todavía se ve con corbata y poder. Es —parafraseando el refranero — un cambio de sombrero en una cabeza vacía.
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La muerte lenta del PRI Edomex

El PRI ya no compite: agoniza. Vive conectado a sus siglas como un enfermo que se niega a aceptar el diagnóstico. Ningún aliado quiere tocarlo sin guantes: el PAN lo dejó, MC lo desprecia, el Verde lo abandonó y el PRD, su único visitante, llega con oxígeno prestado y fecha de desconexión. El tricolor sufre metástasis institucional, sus bases se fugaron, sus cuadros se venden por migajas y su dirigencia presume “unidad” mientras mide la temperatura de la morgue. Alejandro Moreno y Cristina Ruiz repiten que el PRI “sigue vivo”, pero la verdad es más cruda: el partido ya no tiene pulso electoral. En 2024 apenas respiró con 9 % de los votos nacionales, perdió casi todo el Congreso y gobierna apenas dos estados; su estructura territorial es un fantasma que firma oficios. No hay cura para una organización que confunde la vida con la inercia. Camino a 2027, el PRI no se prepara para competir, sino para morir con discurso. Cada rueda de prensa es un parte médico; cada alianza fallida, un nuevo síntoma. Y mientras todos observan el desenlace, el paciente sonríe, convencido de que con voluntad se puede resucitar el cadáver.
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El IEEM, una institución con nómina pero sin sentido

En 2026 no habrá elecciones, pero el IEEM volverá a costar como si las hubiera. Su presupuesto proyecta más de dos mil 200 millones de pesos, de los cuales seis de cada 10 van directo a la nómina y otros mil millones a mantener con vida a los partidos. En otras palabras, se gasta más en sostener el aparato que en sostener la democracia. El instituto presume “austeridad, eficiencia y control de riesgos”, pero lo que realmente controla es su propia supervivencia. Cada año no electoral debería ser un respiro presupuestal, sin embargo, el gasto apenas se mueve. La paradoja es brutal: el IEEM no morirá por falta de dinero, sino por falta de sentido. Su existencia ilustra la enfermedad crónica del Estado mexicano: organismos que simulan actividad para justificar su nómina, rituales de transparencia sin contenido, burocracias que se reproducen a sí mismas en nombre de la democracia. El debate sobre su desaparición en la reforma electoral no es un capricho: es un diagnóstico. Porque lo verdaderamente peligroso no es que el IEEM desaparezca, sino que nadie note cuándo dejó de tener razón de ser.

Pedrito y el lobo en Metepec

En Metepec ya nadie cree las historias del alcalde Fernando Flores. Cuatro años lleva anunciando que el lobo se fue, que la inseguridad bajó, que el municipio florece. Pero los vecinos saben la verdad: los problemas siguen exactamente donde estaban. Inseguridad, baches, basura, caos vial y desorden urbano siguen siendo el paisaje diario. Y lo peor: no los resolverá en lo que le queda de gobierno. Su administración se agotó entre reflectores, drones y propaganda. Mientras Toluca, con Ricardo Moreno, demuestra en apenas nueve meses que cuando hay proyecto político y dirección, los resultados llegan. En la comparación, Fernando queda en ridículo: un gobierno que prometió modernidad y terminó convertido en caricatura. Metepec padece lo que Toluca ya empieza a corregir. Y cuando la realidad contradice el discurso, el cuento de “buen gobierno” se vuelve eso: un cuento que ya nadie escucha.
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El misterio de Trini Franco

Es enigmático lo que ha sucedido con Trini Franco. Su silencio no es estrategia, es herida. Nadie ha explicado con claridad las razones de su salida, y ese vacío —como todos los vacíos en política— se llenó de especulación y murmuro. Trini no cayó en desgracia, fue arrastrada por el sigilo. Después de décadas de carrera, merecía un cierre con palabra, no con sombra. Pero en el Edomex el poder prefiere la ambigüedad: se despide sin decir adiós, se cambia el cuadro sin explicar la decisión. Trini Franco representaba una idea de institucionalidad que hoy parece incómoda; su salida deja un eco más fuerte que su presencia. Al final, solo ella —o la gobernadora— podrán contar la verdad, cuando la forma y el fondo de aquel episodio dejen de ser un secreto de Estado y se conviertan en una lección sobre cómo se ejerce y se paga la lealtad en la política mexiquense.